Ondina Pilca

MI BLOG

15 de septiembre de 2014

Observa cada instante de tu vida

La vida empieza hablándonos de forma cariñosa, en voz baja. A veces hay dificultad de escuchar, a menudo nosotros no oímos, no entendemos, no queremos o no sabemos escuchar, y entonces la vida nos habla un poco más alto.

hombrevida
Si seguimos sin enterarnos, la vida nos sigue hablando más alto hasta que nos da un grito y esa experiencia del grito, que provocamos al no ser receptivos es lo que llamamos enfermedad, dolencia o accidente.

Es más importante fijarse en el órgano o zona del cuerpo afectada que en la enfermedad en sí. Lo que he descubierto es que la zona donde tienes la dolencia no es ninguna casualidad, que hay un esquema, un código mediante el que tienes la oportunidad de encontrar cuál es la creencia o el hecho concreto de tu vida que ha producido ese problema en tu cuerpo. Si encuentras la clave y no sólo la encuentras sino que la aceptas, la vives de otra manera, superas el juzgar si eso es bueno o malo y te das cuenta de como este hecho te está apoyando, entonces la dolencia se desvanece, no hay que hacer nada más, el problema desaparece.

Hace unos años trabajaba en Barcelona con un grupo de afectados de esclerosis múltiple, nos veíamos todas las semanas y en las terapias incluía la respiración y la conversación. Entre ellos había un mexicano que vivía en Catalunña y era productor de televisión. Estaba casi paralizado, andaba muy mal. Para cruzar calles anchas como la Gran Vía, tenía que esperar que el semáforo empezara el ciclo verde porque no le daba tiempo a pasar. En una de las terapias le pregunté qué significaba para él un perro, qué experiencias había tenido él de pequeño con un perro o si le había mordido alguno. Tardó un poco en responder, y noté que mientras hablaba su cara iba cambiando. Nos dijo que cuando tenía ocho años sus padres fueron encarcelados en México por motivos políticos, y que él tuvo que acompañarles. 

Explicó que en la prisión había perros guardianes muy feroces y que aunque no le mordieron nunca, pasó aterrorizado todo el tiempo que estuvo allí. Le comenté que los problemas en las piernas estaban relacionados con nuestras creencias acerca de nuestra habilidad y el poder de ir hacia adelante cuando uno cree que no puede ir hacía adelante. Metafóricamente los perros de la prisión le impedían avanzar y esto podía estar relacionado con su enfermedad. 

La semana siguiente, antes de empezar la sesión, me pidió ser el primero en intervenir; al corresponderle el turno nos dijo que no se trataba de hablar sino de demostrar, se levantó y empezó a correr por la habitación. Nos contó que dos días después de la sesión anterior, estaba en la Gran Vía esperando el cambio de semáforo para cruzar, que no sabia cómo había sido, pero que en mitad de la calle el semáforo cambió a rojo y que lo siguiente que recordaba era que estaba corriendo.

Hay quien exclamaría ¡Milagro! No, o por lo menos no más milagroso que la vida misma. Si uno observa algún hecho del pasado, un momento de decisión con consciencia, lo transforma, es como hacer un viaje en el tiempo. No es que uno se acuerde, es que lo vive como presente, lo vive de corazón, uno nota ciertos cambios interiores que se manifiestan también exteriormente y entonces el cuerpo cambia.

Anthony de Mello

©Privacidad