"Yo fui una “niña buena” y como madre te libero de tener que serlo porque no es sano.
Ser una niña buena significa ceder parte del control de tu vida a los
demás; intentar agradar a las personas que más quieres, de manera
inconsciente, a costa del propio dolor o de la injusticia; obedecer a
los mayores (padres, profesores etc) dejando a un lado tus propios
deseos; no permitirte el enfado, ni la rabia.
Ser una niña buena significa caer en el rol de ser demasiado madura
para tu edad y perderte parte de tu infancia. Significa tender a la
perfección y a la excelencia, una trampa del mundo de los adultos para
cortar las alas.
Hija mía, ser una niña buena significa (a
veces) por desgracia enfermar. Enfermar para escapar de la presión de un
mundo familiar y escolar que limita la propia creatividad, la libertad y
el juego de experimentación de la vida, que pone en una jaula los
propios deseos y algunas emociones, bajo el disfraz de que es por tu
propio bien.
Yo fui una niña buena que sobrevivió (hoy puedo
decir que soy una adulta desobediente y creativa) pero sufrí un buen
rato en el camino.
Yo fui una niña buena que supo acompañarse de buenos terapeutas y crecer.
Como madre, yo te libero de todo esto....."
Myriam Moya
La herida que produce en la psique humana el miedo al rechazo y al abandono, a la exclusión, la desconfianza... el andar como sobre cáscaras de huevo con temor a romper algo, es difícil de curar. Y esa herida es la única responsable de las muchas miles de formas que adoptan nuestros sufrimientos.
Aunque suene fuerte, sanar implica sentir con profundidad nuestro dolor y no seguir ocupándonos de las heridas de otros, o distraidos con problemas y que no podemos controlar ni resolver.
La auténtica curación se produce cuando percibimos la verdad de esa herida y la afrontamos. La valentía de sentir el dolor y los miedos propios, es una especie de rendición a la vida.
La curación que conduce al amor y a la plenitud nunca ha sido otra cosa que una rendición a uno mismo, una rendición que conduce a nuestro verdadero dolor.
Gracias al Dr. Robert K. Hall y al Taller "Atención al presente" por la orientación