Ondina Pilca

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16 de julio de 2017

La miseria se lleva en la cabeza

Por Ondina Patricia Pilca

Siempre he tenido la gratitud como un valor primordial en mi vida. Aprecio y valoro cada persona, cada libro, cada práctica o sencillamente cada herramienta que llega a mi, como regalo del universo, para trabajar en mi y también como aporte a tanta gente que inclusive sin ser mis pacientes, llegan a mi en cualquier lugar y en cualquier momento.

En días pasados tuve una de esas experiencias desagradables, pero muy aleccionadora, con una paciente que llegó a mi para comenzar un proceso terapéutico. Sus problemas básicamente rondaban al rededor de la carencia tanto económica, como afectiva en su vida.


Motivada tal vez por mis ganas de que la salud emocional y mental de las personas sea accesible a todos, o tal vez por motivos inconscientes que me llevan a reflexionar y ahondar en el asunto, accedí a hacerle un paquete de sesiones, bastante por debajo de su valor y no solo eso, sino que dediqué más tiempo de lo que generalmente otorgo a todos los que pagan lo justo por mis servicios.

El descuento por el paquete, se suponía era por el pronto pago, pero debido a su déficit económico negociamos pagarlo por partes. Eso fue en noviembre de 2016. En ese momento, realizó la transferencia de dos consultas, de las cuáles solo una (por falta de su tiempo, no del mio) fue consumada. Quedando una pendiente!

Siete (7 meses) después hace la segunda transferencia por el resto del paquete, sin ni siquiera preguntar si aún estaba vigente, y sin la suficiente humildad como para llegar a un acuerdo en equilibrio para ambas.

Para hacer el cuento corto, tuve que devolverle el restante de su primera transferencia. Por mi parte no le negué las consultas en ningún momento, solo le pedía que reconsideráramos  el número de sesiones, debido a que ya obviamente estaba más que devaluado.A lo que ella se negó rotundamente.

No puedo negar que esto me llevó a entrar en un estado de indignación total, no podía entender como una persona, estaba tan imposibilitada de reconocer el valor que tiene el poder resolver los conflictos internos, re-encuadrar creencias, organizar pensamientos, gestionar emociones y sobre todo ser acompañada en un proceso de cambio, que al final no tiene precio. Lo que se cobra por este tipo de servicios, en muchos casos es hasta simbólico, ya que conseguir ir transformando tu vida poco a poco, tomar decisiones que te lleven a crecer, comenzar a ver la vida con otros ojos de adentro hacia afuera, la verdad para mi, no tiene precio. Representa más agradecimiento que valor monetario.

Escribo esto, ya que muchas personas creen que porque somos terapeutas, tenemos herramientas y nos dedicamos a escuchar y alentar a las personas a iniciar y a continuar un proceso de mejoramiento personal, no tenemos derecho a indignarnos, enojarnos y expresar nuestras molestias.

Me di permiso de sentir toda mi rabia, haciéndola válida y sobre todo escuchándola. Pude gestionarla al punto de poder hacer resiliencia con todo lo que sentí. Sin duda, un gran aprendizaje, en primer lugar sobre mi valía personal, el valor de mi trabajo, poner a funcionar mi intuición frente a los estafadores emocionales que también existen, y mantenerme en que hay aspectos de mi vida que no pueden ser negociables por ser sagrados, como el equilibrio en todas mis relaciones y el agradecimiento como mi valor bandera.

Ahora, luego de digerido el proceso, le dejo a esa persona su miseria. Aunque suene duro, alguien tiene que decirlo: hay gente que al no valorarse, pues sencillamente no tiene la capacidad de valorar a nadie, ni a nada, y así ya fuera del ámbito psicoterapéutico como tal y colocándome como persona, uno lega a comprender, porque tienen la vida como la tienen. Como decimos en buen criollo, llevan el rancho en la cabeza y solo una buen sacudón de la vida, los puede hacer despertar de esa miserable manera de ver el mundo, a través de unos cuantos pesos.

¿Moraleja? No hay precio que pague el DON de una persona. Todos venimos con una misión y un propósito. Quiénes nos hemos esforzado por hacer una largo trabajo interno, descubrir nuestra pasión y ponerla al servicio de los demás, nos merecemos equilibrio, pero los encargados de dejarlo claro y defenderlo somos nosotros mismos. Lamentablemente existen los depredadores y mendigos profesionales, que juegan con sus miserias, creyendo que son más vivos que otros para lograr sus fines y hay que protegerse de ellos.

"Hay gente que es  tan pobre, pero tan pobre, que solo tiene la vista puesta en el dinero"

Ojalá que podamos aprender a ver más allá de lo que cualquier persona nos entrega, con un servicio brindado con amor, entusiasmo y pasión, cualquiera que este sea...

Hasta un próximo encuentro.

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