Ondina Pilca

MI BLOG

20 de septiembre de 2018

Estar casada con mamá

Estuve pensando durante unos días, como comenzar a escribir sobre este tema, por demás un poco duro de tratar, pero necesario para evitar muchas frustraciones e insatisfacciones a las próximas generaciones de jóvenes que se levantan siendo criadas por madres solas y sacrificadas. 

Mi corazón me dijo, que comenzara por donde es, por la terrible decisión que tomamos a edades muy tempranas, de hacer feliz a mamá cueste lo que nos cueste, y que además lleva impresa una profunda lealtad capaz de llevarnos a repetir su historia sin que realmente nos demos cuenta.

Lamentablemente y sobre todo en la cultura latinoamericana, se observa con mucha frecuencia madres que prácticamente han levantado a sus hijas, en ausencia del padre (bien sea física o emocionalmente) y han hecho de sus hijas las compañeras de lucha.

Por otra parte, frente a una madre sacrificada y que sufre las consecuencias de estar sola con tantas responsabilidades… madres 4x4 que no les quedó otra que blindarse para no sentir, pero que a la vez se reflejan muy desvalidas y vulnerables… madres que han sido muy productivas pero no felices… una niña puede interpretar muchas cosas (el problema de los niños es que no analizan… interpretan):  

“Mamá necesita alguien que la proteja” 

“Mamá necesita a alguien que la haga feliz”

“Mamá necesita alguien que la satisfaga”

“Debo portarme bien, debo serle fiel, debo acompañarla y sobre todo ser muy leal a ella”

Por lo tanto me caso con ella, la hago feliz y puede ser que una forma de hacerlo (aunque a veces se nos haga difícil verlo) es asumiendo un matrimonio inconsciente, que no nos permite crecer en el ámbito emocional, que nos mantiene estancadas en su historia, sin concretar la propia, pero que en la edad adulta resulta muy dolorosa y frustrante.

Estar casada con mamá implica fracasar en todos los intentos por hacer pareja, es llegar a la edad adulta viviendo y cuidando de ellas, sin habernos realizado como mujeres, seremos eternas hijas y eternos esposos de nuestras madres… unos roles que en desequilibrio, llegan a pesar mucho… a doler mucho y a desgastarnos.

Es duro despertar un día y ver que la vida nos ha pasado, jugando a tener pareja (sin haberlo logrado en realidad, ya que es solo eso, juegos) y queriendo encontrar cualquier excusa, para permaneces al lado de mamá… defendiéndola de todos y de todo, dejando de hacer nuestras vidas, para seguirla acompañando en sus luchas… no crecemos ni como mujeres, ni en la pareja, ni en lo económico… porque la mejor manera de permanecer con ellas, es quedarnos pequeñas… allí esta la gran trampa.

Y tal vez muchos cuestionarán estas líneas… por aquello de que hemos mal entendido lo de “honrar a los padres”, como una oda a no tener vida propia, a sabotearnos la posibilidad de hacerlo diferente… amándolos, apoyándolos si!… pero con vida e identidad propia.

El trabajo es duro y muy doloroso… pero absolutamente necesario, porque todo esto es contra natura… la vida va hacia adelante… dejando atrás (simbólicamente hablando) las historias de ellos y atreviéndonos a escribir la nuestra.

El proceso de divorcio es muy rudo, sobre todo cuando hemos asumido varios roles, con el único propósito de hacerla feliz… hay tanto amor en esta forma de relacionarnos con mamá, que sentimos desgarrarnos internamente cuando nos damos cuenta que ya es hora (y en muchos casos es YA) de emprender nuestro propio viaje, de entregar roles que no nos corresponden, dejar de enfocarnos en desempeñar de manera mas relevante el rol de hijas, olvidándonos que existen otros que podemos y debemos desempeñar:  mujeres, parejas, madres.
El otro lado de esta peligrosa práctica relacional, es sin duda, el recrear la historia de mamá y actuarla a ella dentro de nuestra propia historia, que en realidad sigue siendo la de ella… tal vez con otros rostros y en otras circunstancias… pero al final lo mismo…

Y repito… por supuesto en todo esto hay mucho amor… pero un amor no sano, que no nos permite ser felices, no nos permite prosperar, no nos permite crecer y sobre todo, no nos permite salir de una cárcel emocional, en donde inconscientemente decidimos meternos en nuestra infancia.

Tenemos que despertar a tiempo… y no implica abandonar, ni maltratar… implica un proceso que dependerá de lo que necesite el alma de cada quien, aceptar nuestra historia, quedarnos con lo bueno, perdonar y perdonarnos… para así poder, desde el corazón, honrar la vida que nos dieron.



Hasta pronto
Ondina Patricia Pilca

©Privacidad