Estuve pensando
durante unos días, como comenzar a escribir sobre este tema, por demás un poco
duro de tratar, pero necesario para evitar muchas frustraciones e
insatisfacciones a las próximas generaciones de jóvenes que se levantan siendo
criadas por madres solas y sacrificadas.
Mi corazón me dijo, que comenzara por
donde es, por la terrible decisión que tomamos a edades muy tempranas, de hacer
feliz a mamá cueste lo que nos cueste, y que además lleva impresa una profunda
lealtad capaz de llevarnos a repetir su historia sin que realmente nos demos
cuenta.
Lamentablemente
y sobre todo en la cultura latinoamericana, se observa con mucha frecuencia
madres que prácticamente han levantado a sus hijas, en ausencia del padre (bien
sea física o emocionalmente) y han hecho de sus hijas las compañeras de lucha.
Por otra parte,
frente a una madre sacrificada y que sufre las consecuencias de estar sola con
tantas responsabilidades… madres 4x4 que no les quedó otra que blindarse para
no sentir, pero que a la vez se reflejan muy desvalidas y vulnerables… madres
que han sido muy productivas pero no felices… una niña puede interpretar muchas
cosas (el problema de los niños es que no analizan… interpretan):
“Mamá necesita alguien que la proteja”
“Mamá necesita a alguien que la haga feliz”
“Mamá necesita alguien que la
satisfaga”
“Debo portarme bien, debo serle fiel, debo acompañarla y sobre todo
ser muy leal a ella”
Por lo tanto me caso con ella, la hago feliz y
puede ser que una forma de hacerlo (aunque a veces se nos haga difícil verlo)
es asumiendo un matrimonio inconsciente, que no nos permite crecer en el ámbito
emocional, que nos mantiene estancadas en su historia, sin concretar la propia,
pero que en la edad adulta resulta muy dolorosa y frustrante.
Estar casada con
mamá implica fracasar en todos los intentos por hacer pareja, es llegar a la
edad adulta viviendo y cuidando de ellas, sin habernos realizado como mujeres, seremos eternas hijas y eternos esposos de nuestras madres… unos roles que en
desequilibrio, llegan a pesar mucho… a doler mucho y a desgastarnos.
Es duro
despertar un día y ver que la vida nos ha pasado, jugando a tener pareja (sin
haberlo logrado en realidad, ya que es solo eso, juegos) y queriendo encontrar
cualquier excusa, para permaneces al lado de mamá… defendiéndola de todos y de
todo, dejando de hacer nuestras vidas, para seguirla acompañando en sus luchas…
no crecemos ni como mujeres, ni en la pareja, ni en lo económico… porque la
mejor manera de permanecer con ellas, es quedarnos pequeñas… allí esta la gran
trampa.
Y tal vez muchos
cuestionarán estas líneas… por aquello de que hemos mal entendido lo de “honrar
a los padres”, como una oda a no tener vida propia, a sabotearnos la
posibilidad de hacerlo diferente… amándolos, apoyándolos si!… pero con vida e
identidad propia.
El trabajo es
duro y muy doloroso… pero absolutamente necesario, porque todo esto es contra
natura… la vida va hacia adelante… dejando atrás (simbólicamente hablando) las
historias de ellos y atreviéndonos a escribir la nuestra.
El proceso de
divorcio es muy rudo, sobre todo cuando hemos asumido varios roles, con el
único propósito de hacerla feliz… hay tanto amor en esta forma de relacionarnos
con mamá, que sentimos desgarrarnos internamente cuando nos damos cuenta que ya
es hora (y en muchos casos es YA) de emprender nuestro propio viaje, de
entregar roles que no nos corresponden, dejar de enfocarnos en desempeñar de
manera mas relevante el rol de hijas, olvidándonos que existen otros que
podemos y debemos desempeñar: mujeres,
parejas, madres.
El otro lado de
esta peligrosa práctica relacional, es sin duda, el recrear la historia de mamá
y actuarla a ella dentro de nuestra propia historia, que en realidad sigue
siendo la de ella… tal vez con otros rostros y en otras circunstancias… pero al
final lo mismo…
Y repito… por
supuesto en todo esto hay mucho amor… pero un amor no sano, que no nos permite
ser felices, no nos permite prosperar, no nos permite crecer y sobre todo, no
nos permite salir de una cárcel emocional, en donde inconscientemente decidimos
meternos en nuestra infancia.
Tenemos que
despertar a tiempo… y no implica abandonar, ni maltratar… implica un proceso
que dependerá de lo que necesite el alma de cada quien, aceptar nuestra
historia, quedarnos con lo bueno, perdonar y perdonarnos… para así poder, desde
el corazón, honrar la vida que nos dieron.
Hasta pronto
Ondina Patricia Pilca